En los últimos años, el internet satelital ha experimentado una transformación notable. Ya no está reservado exclusivamente para expediciones remotas o situaciones de emergencia: esta tecnología está revolucionando las telecomunicaciones globales. En el centro de esta evolución se encuentra Starlink, la red de satélites impulsada por SpaceX, junto a varios competidores emergentes que están llevando la conectividad de alta velocidad a nuevos horizontes.
La constelación de Starlink, que cuenta con más de 6.000 satélites en órbita terrestre baja (LEO) a junio de 2025, ha establecido un nuevo estándar en conectividad satelital. A diferencia de los satélites geoestacionarios tradicionales que orbitan a 35.786 km, los satélites LEO operan entre 300 y 1.200 km de altitud, lo que reduce drásticamente la latencia y mejora la velocidad.
Este enfoque ha permitido ofrecer velocidades superiores a 200 Mbps con latencias tan bajas como 20 ms, comparables con muchas conexiones de fibra óptica. Esto ha sido clave para zonas rurales y desatendidas donde la infraestructura terrestre es inviable.
Además del rendimiento, la estrategia de Starlink de integración vertical del hardware y lanzamientos regulares ha acelerado su expansión. En apenas cinco años, el servicio ya cuenta con más de 3,5 millones de usuarios en más de 50 países con autorizaciones regulatorias activas.
Antes de Starlink, el internet satelital era sinónimo de altos costos y bajo rendimiento. Hoy las expectativas han cambiado: tiempos de instalación rápidos (menos de 15 minutos), velocidades constantes y precios razonables han redefinido la percepción de esta tecnología.
Empresas están recurriendo a Starlink para operaciones críticas, desde plataformas marítimas hasta conectividad móvil en vehículos y aeronaves. Su capacidad de ofrecer conexión estable sin torres terrestres lo convierte en una opción destacada.
Este éxito ha generado una ola de inversión en el sector, obligando a actores tradicionales como HughesNet y Viasat a innovar rápidamente o arriesgarse a quedarse atrás.
Aunque Starlink lidera el sector, varios competidores están construyendo sus propias constelaciones LEO. El Proyecto Kuiper de Amazon, ya operativo con 1.200 satélites, busca competir en igualdad de condiciones y espera ofrecer servicio completo para finales de 2025.
Por su parte, OneWeb —respaldado por Eutelsat y el gobierno británico— se ha enfocado en mercados empresariales y gubernamentales, proporcionando conectividad confiable en ubicaciones remotas y operaciones críticas.
En China, Guowang (China SatNet) emerge como una iniciativa estatal destinada a crear una infraestructura LEO nacional independiente. Aunque aún en fase de prueba, su expansión internacional es un objetivo a largo plazo.
La entrada de nuevos proveedores ha acelerado la innovación, reducido precios y mejorado la resiliencia del servicio. Con coberturas superpuestas, los usuarios disfrutan de mayor redundancia, crucial en situaciones de emergencia o entornos militares.
Al mismo tiempo, los gobiernos están aumentando su participación. La UE ha lanzado la iniciativa IRIS² para desarrollar una constelación europea segura que garantice soberanía tecnológica.
Todo esto señala una transición hacia un ecosistema global de internet satelital más integrado, donde la competencia y la redundancia reemplazan los monopolios previos.
A pesar del progreso, persisten retos técnicos importantes. Las constelaciones densas aumentan el riesgo de desechos espaciales, exigiendo una gestión orbital precisa. Organismos como la ONU están impulsando nuevas normativas de coordinación.
En tierra, la interoperabilidad es un problema. Muchos terminales están bloqueados por fabricante y las regulaciones varían según el país, lo que ralentiza la expansión. Además, el uso del espectro, especialmente en bandas Ka y Ku, sigue siendo un punto de conflicto.
También hay barreras de entrada económicas. Fabricar y lanzar satélites es costoso. Mientras SpaceX utiliza sus propios cohetes Falcon 9, otros dependen de servicios de terceros, lo que encarece sus operaciones.
La evolución del internet satelital representa una oportunidad única para lograr una equidad digital global. Si se implementa con responsabilidad, podría conectar a más de 2 mil millones de personas actualmente desatendidas.
No obstante, esta expansión debe ir acompañada de marcos éticos y normativos sólidos. La cobertura global de estas redes exige regulaciones internacionales para garantizar derechos de privacidad y evitar abusos.
En definitiva, Starlink y sus competidores están reescribiendo el futuro de la infraestructura digital. Su crecimiento marca un punto de inflexión en la manera en que accedemos, compartimos y protegemos la información a escala planetaria.